Emergencia. El sábalo ha desaparecido este año en el Pilcomayo. Una comunidad indígena sufre. La catástrofe ecológica fue advertida pero comprendida muy tarde.
El río Pilcomayo agoniza y el peor síntoma de su enfermedad es la desaparición de sus peces que —ancestralmente— alimentaron a los wennhayek y que motivaban la avalancha de gente, de todas partes de Bolivia, que llegaba hasta Villamontes atraída por la fama consagrada del sábalo.
Mientras tanto, el Gobierno apuesta al diálogo entre los sectores involucrados para evitar un conflicto explosivo entre mineros, campesinos e indígenas ubicados en los departamentos de Potosí, Chuquisaca y Tarija. El problema es internacional debido a que también involucra —además de Bolivia— a Argentina y Paraguay.
Este año los peces que engordan en territorio paraguayo y argentino no han emigrado hacia Bolivia como lo hicieron hasta el año pasado; los pescadores se quedaron tristes, sentaditos a la orilla del río con sus redes listas, esperando a que los animalitos revolotearan por el aire avisando que ya habían llegado.
La pesca en el Pilcomayo fue casi nula este año. Más de 2.000 aborígenes padecen los efectos de una tragedia anticipada. Bolivia, Paraguay y Argentina han sido los propios verdugos de la riqueza piscícola. El Deber acudió al lugar donde nace el Pilcomayo (en Potosí) y terminó caminando por las playas donde los afectados lamentan la catástrofe.
¿Por qué el río que es compartido por tres países está pidiendo auxilio? A lo largo del viaje se consiguieron respuestas que explican los motivos y muestran los descuidos de gobiernos que no reaccionaron ante las voces de alarma que dieron desde hace más de una década diferentes instituciones de Bolivia y del exterior.
Un análisis realizado en 1999 por la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), ya advertía la sentencia de muerte: “Los ríos potosinos de Tarapaya y La Ribera que sirven de afluentes del Pilcomayo tenían una concentración de arsénico mil veces más que el valor señalado por la Ley del Medio Ambiente 1333 y 5 mil veces superior a lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud”.
El estudio también hizo referencia a que se encontraron 99 miligramos de plomo en cada litro de agua y lo permisible era tan sólo de 0,05 mg/l. Según la investigación de JICA, esto se debía a que más de 20 ingenios mineros botaban cada día más de 1.200 toneladas de desechos contaminantes a los ríos Tarapaya y La Ribera que se convirtieron en canales conductores del material minero hacia la cuenca del Pilcomayo.
Bono : Como siempre el enriquecimiento de las empresas tiene un precio la extincion del sabalo..
Fuente : http://www.ambiental.net
La Tragedia del Río Pilcomayo
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